Saturday, October 19, 2013

—Hola, ¿cómo estás?

Fue un día muy tranquilo y libre de preocupaciones, había despertado tarde, tuvo un buen desayuno, su mayor preocupación era el calor. En la universidad, ya había terminado sus clase, sólo le quedaba regresar a casa a pasar unos días de vacaciones antes de que la rutina regresara la monotonía a la que está acostumbrado. Toma la ruta hacia la capital y se distrae entre la música de de su móvil y las letras de Sampedro y su Amante Lesbiano, de momentos hace muecas a su amiga y aunque no lo espera, su alma, original pesimista, siempre espera algún mal.
Según él su mente es muy simple, muy precisa, a su vez su imaginación ramifica estas unidades e incluso explican mucho de su persona. Mientras su mente divaga, enciende su dosis de suicidio y lo disfruta.
Esa noche, algo que tanto temía pasara, le sucedió. Después de estar de pie por horas esperando el bus al que usualmente acude para llegar a su casa, en el camino se queda dormido. Por fortuna está con sus padres y a pocos kilómetros de su parada, le despiertan. Sus padres le informan que deben hacer algunas compras y entran a la panadería y luego a la tienda de comestibles, él los espera sentado en un banco frente a la tienda. Mientras lo hace, va luchando con su sueño, ve a la gente pasar de un lado a otro, se fija en una cabellera muy extraña y colorida para un muchacho, lo cual llama su atención y le sigue con la mirada y los ojos un poco más desorbitados de lo que debería. Nota que la persona que iba detrás de este, se detiene y voltea en su dirección, apenado levanta la mirada y ambas miradas se reconocen. Era su último amor venía con el dueño del original peinado, ¿qué iba a hacer?
—Piensa rápido, carajo— pensó.
Se suma a su sueño otra vez y le saludó inevitablemente. Del otro lado, ve como lo duda, ve a su amigo y le ve acercarse. Se incorpora, entre sorprendido y avergonzado, pero sin demostrarlo.

—Hola, ¿cómo estás?— le dijo.
—Hola, bien vale. ¿Y tú cómo estás?— respondió.
—También todo excelente, ¿tienes sueño?
—Un poco, ya ves
—¡Estás negro!
—Sí, hoy fui a la playa
—¿Te la debes pasar allí?
—Ya quisiera, ojalá

Le pregunta por la universidad y otra serie de cosas que preguntarías a cualquier conocido. Independientemente él notó cordialidad en su actitud, realmente se alegró por verle o quizá su sonrisa miente muy bien. Volvió a preguntarle:

—¿Y tú cómo estás?
—Yo estoy muy bien, gracias a Dios.
—Bueno debo irme, adiós—
—Vale, cuídate—

Nunca esperó le pasara esto, aunque vivieran en el mismo pueblo, nunca le había visto, no tendría porque pasar después de su historia. Apenas se fue, sintió como su rostro se llenaba de rubor, llevó sus manos a su cara y rió nerviosamente. Llamó desesperadamente a su mejor amiga, necesitaba contar esto que le acababa de pasar. Ella le dijo muchas cosas, entre ellas que debería hablarle y cerrar este ciclo que lo tiene estancado en este aspecto de su vida. Durante la noche estuvo pensando en el especial enfásis que tuvo en preguntarle «¿cómo estás».

—¿Por qué lo habrá preguntado tanto, será que sí está consciente de todo el mal que me ha hecho? ¿Será que se alegró de verme? ¿Será que soy un tonto?...

Se quedó dormido.